A veces creí que ibas a ser un fantasma que rondaría mi vida eternamente, uno de esos que son bien molestos y no te dejan tranquila. Aclaro que no me refiero a esos que te van a tirar los pies por la noche, sino a aquellos que rondan y rondan silenciosamente en tu vida, que incluso a veces llegas a pensar que se marcharon.. pero sin aviso previo, aparecen nuevamente y, por lo general, de forma muy intensa. Ahí están: acechando tu mente, tus pensamientos, tu forma de actuar, de decidir, de mirar la vida y de quizás qué más. Y bueno, ahí también estás tú: acomplejándote por aquello que (en teoría) ya debería estar superado; cargando con la situación y haciéndola lo más llevadera posible; pensando y recordando aquello que quedó atrás y que (lo más probable) no volverá.. pero sigues así, tropezando con la misma piedra. Esa maldita piedra que entorpece tu caminar, que a veces crees que la herida que provoca no dejará de sangrar. Sí, esa maldita piedra en el maldito zapato que entorpece tu maldito caminar.
¿Hoy? Sigo creyendo lo mismo, pero ya no es contigo.
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