Corres tan rápido como nunca creíste ser capaz. Pero ahí está ella, siempre detrás de ti, acechándote. No importa lo rápido que puedas correr pues cada vez que mires hacia atrás, ahí estará. Y nuevamente tropiezas, caes y te lamentas. Te lamentas por estar ahí, por tropezar siempre con lo mismo. Te lamentas porque sabes que en un par de segundos más estarás quemándote...viendo cómo esa llama te consume...otra vez. Te vuelves tan frágil como el último trozo de papel que lanzaste al papelero. Te deshaces tan rápido que ni tu ahogada voz alcanza a clamar por el último grito de ayuda. Desesperación. Ahogo. Terror. Lo que era tu cuerpo comienza a desmembrarse para terminar siendo solo un montón de cenizas, solo un montón de historias, de pensamientos, de ideas. Solo un montón de no-sé-qué que ni tú misma supiste valorar.
¿Acaso no te das cuenta?
No hay comentarios:
Publicar un comentario